Durante las crisis de salud las mujeres somos uno de los grupos más vulnerables en una sociedad desigual, nos vemos mucho más afectadas, haciendo que la situación coyuntural sea peor de llevar para nosotras.

La desigualdad de género sigue fuertemente arraigada en la sociedad guatemalteca. En medio de la crisis de salud, muchas mujeres madres se vieron obligadas a renunciar a un trabajo remunerado desde que las instituciones educativas cerraron para evitar la propagación del coronavirus, debido a que son las responsables de cuidar a sus hijos; esto significaría un aumento en  las tasas de desempleo y pobreza; en cuanto a otras mujeres que son amas de casa y tienen un trabajo no remunerado, durante la crisis, son quienes deben velar por el bienestar de la familia duplicando su trabajo desde que la familia permanece en casa, ocasionando un desgaste mayor y, en muchos casos, el aumento de violencia de género.

A poco más de un mes de que se dió a conocer el primer caso del coronavirus COVID-19 en Guatemala, se reporta un aumento de casos de violencia contra la mujer, no solo en el país, sino en toda América Latina, con un aumento de casos de violencia del 40% y puede que las cifras sigan creciendo. Entonces, los medios de comunicación y las autoridades ¿por qué hablan de disminución en casos de violencia? Parece que buscan romantizar la violencia doméstica porque ésta ocurre dentro del hogar y no en la calle o solo se busca ignorar  la situación y hacer creer a la población que la violencia está bajo control. Las cifras sobre violencia contra la mujer van en picada, por si fuera poco, antes de que comenzara esta pandemia US News & World Report de 2019, indica que Guatemala refleja según las estadísticas ser el peor país para ser mujer en Centroamérica debido a la alarmante cantidad de feminicidios que se reportan a diario y mientras tanto los legisladores, representantes del pueblo, ignoran la situación priorizando la aprobación de leyes que benefician a una minoría: el sector privado.

La desigualdad de género también está representada en la población LGBTIQ, como ocurre con las mujeres trans, que una gran cantidad de ellas son trabajadoras sexuales, siendo este un trabajo informal y que, debido al toque de queda, no pueden juntar el dinero necesario para subsistir, además es una de las poblaciones que no tiene acceso a seguro social ni prestaciones de ley. ¿De qué viven ellas? Si debido a la discriminación tampoco pueden optar a puestos en un trabajo formal. Entonces, ¿cómo podemos decir que vivimos en un país igualitario? Si definir tu identidad de género significa en muchos casos lidiar con la discriminación y falta de oportunidades.

La desigualdad de género  también se ve reflejada en los servicios de salud al recibirla y atenderla, en un sistema de salud pública tan precario que suele desviar los recursos asignados específicamente de mujeres, como el acceso a los anticonceptivos y de atención pre y postnatal y así priorizar los servicios de salud saturados, dándonos como resultado el aumento de embarazos en niñas, adolescentes y que muchas mujeres, al terminar su gestación, por no tener los servicios de cuidado pre y postnatal, tengan dificultades que no se traten adecuadamente durante el embarazo y parto, dejando cifras alarmantes de muertes maternas. 

Cerca del 70% del personal de atención médica y de servicios sociales son mujeres. Con esta cantidad de empleadas ya debería de haberse tomado medidas con perspectiva de género por parte de las autoridades. Lo menos que el Estado puede hacer para garantizar la salud de estas mujeres que son expuestas día a día es brindarles el equipo e insumos adecuados para mantener contacto con personas infectadas.

Sin embargo, la desigualdad de género no es algo que ocurre solo durante las crisis de salud, Guatemala es una sociedad en la que el sistema patriarcal ha establecido la opresión, discriminación y exclusión hacia las mujeres. De acuerdo con el Informe Global sobre Desigualdad de Género 2012 del Foro Económico Mundial, Guatemala ocupa el puesto número 116 en cuanto a equidad de género, de un total de 135 países analizados. ¿Hasta cuándo continuaremos con estas cifras? ¿Cuándo se implementarán políticas públicas que beneficien a las poblaciones vulnerables? En la medida que esto no ocurra, la situación del país seguirá en declive. 

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